Perú muestra el crecimiento de las izquierdas en América Latina.

En Mendoza registramos esos vientos y nos preparamos para aprender de lo mejor de estos movimientos internacionales. Crecen las izquierdas frente a las derechas consolidadas, son tiempos de cambios profundos. En el fondo de la cuestión está cómo resolver para el pueblo cosas elementales como educación para los jóvenes, salud para los viejos, trabajo digno y salarios que alcance a cubrir la canasta básica, el cuidado del medio ambiente, que se acaben los femicidios, que no se discrimine por la opción sexual, etc. El caso del Perú tiene un ingrediente distinto a las experiencias Venezolana y Boliviana, ya que un candidato abiertamente marxista le hace frente y le gana a una representante de los dueños del Perú. Esto es muy alentador, y nos pone a los marxistas en la responsabilidad de poder dar cada batalla de una forma inteligente. Recuerdo que en el debate televisivo presidencial lo primero que dijo Castillo, además de marcar a fuego su carácter de clase, venir de abajo, ser un trabajador, fue aclararle al electorado que él no iba a tocar la propiedad de nadie, que iba a respetar lo cada persona con su esfuerzo ha logrado tener, una casa o un auto. Lo que no iba a tolerar es la injusticia ancestral que sufren los peruanos. La aclaración de que no se expropiará a ningún ciudadano responde a una campaña internacional de las derechas que pone el centro en que el pueblo es vago, y los gobiernos populares son alentadores de la vagancia, y por eso recurren a quitarle a los ricos para darle a los pobres.

En esa línea los planes del gobierno nacional argentino de ayuda social contra el hambre son estigmatizados como fomento a los “planeros”, haciendo la división de la grieta profunda entre un supuesto grupo de gente bien, que trabaja, y otra mitad de la Argentina que vive de la teta del Estado. Ese argumento es muy superficial y fácil de revertir pero requiere ir al hueso de la discusión, y a eso quiero apuntar con esta nota. Si queremos que se le caiga la falacia discursiva de Suarez hay que mostrar los extremos de los argumentos: el manejo liberal de la pandemia por parte de su gobierno sólo contribuyó al aumento de muertos, en cambio las políticas nacionales, aunque limitadas y con errores, apuntaron a cuidar a la población. Si se sigue gobernando para los dueños de la provincia, vamos por el camino de Piñeira y el estallido social es el resultado. En cambio, poner en discusión el modelo de concentración y extranjerización reinante en las bodegas, en el petróleo, en los bancos, que viene beneficiando a no más del 2% de la población, y estimular una puja redistributiva para que al menos no haya niñas/os con hambre pasa a ser casi una obligación de quienes quieran ser promotores de un cambio de gobierno en la provincia. Está claro que Suarez gobierna a partir de los que le dice alguna encuestadora sobre la opinión de los mendocinos en algunos temas. El problema de eso es que las encuestas siempre son direccionadas desde el mismo momento que se formulan las preguntas. Los principales problemas de Mendoza son la pobreza creada por la injusta distribución de las riquezas, el freno de los motores del crecimiento, el agro y la industria, y la concentración y extranjerización de la economía. A esto es que hay que plantarse con soluciones audaces, con planes ambiciosos. No podemos quedarnos en mencionar los problemas sin tener respuestas ante cada tema. El mundo se está poniendo tenso, crecen las derechas, y también las izquierdas, a los que se queden en el medio los devorará su propia indefinición.
Escribe: Nicolás Guillén- Sociólogo

