
Nosotras y nosotros; herederas y herederos de la tradición productivista perdida en la provincia, nos unimos y convocamos a todas las voces que lleven a la provincia y al país en el corazón y quieran ser parte de la recuperación de una Mendoza productora de alimentos como causa provincial y nacional. Que los motores del crecimiento de Mendoza estén en retroceso, como viene ocurriendo desde hace años en la agricultura y en la industria, nos ponen en alerta y nos convoca a la acción colectiva, buscando torcer el rumbo actual que nos lleva a peores escenarios, con megaproyectos extranjerizantes empujados por un sector del elenco político provincial. El tiempo nos da la razón cuando decimos que la agricultura y la industria local dejadas al libre juego de las fuerzas del mercado ha llevado a un campo y una industria para pocos, y de afuera, mientras nuestros chicos pasan hambre, y las poblaciones rurales migran a las ciudades. Es necesaria una acción estatal decidida que garantice rentabilidades mínimas en los cultivos de la canasta familiar, y que ordene el uso de los principales recursos que tenemos para crecer: la tierra, el agua, el crédito, y la existencia de mercados internos fuertes con salarios con poder adquisitivo de los consumidores. Las y los productores hemos demostrado en los últimos 100 años que nuestra interacción con los recursos naturales renovables ha sido exitosa. A lo largo de la historia hemos sabido cuidar el medio ambiente y sacarle provecho para nuestro pueblo: hemos producido, vendido en fresco, en conservas, hemos hecho dulces, alimentos varios, y eso ha funcionado.
Tenemos que recuperar esa relación virtuosa con los recursos naturales renovables con más productores y más producciones cada año, cuidando el equilibrio de los ecosistemas, sobre todo del agua. Queremos dejarles a nuestros hijas e hijos una provincia y un país mejor que el que vivimos nosotras/os. Queremos poner en la agenda política que lo primero es la producción de alimentos, con nuestros propios recursos de tierra, agua y brazos dispuestos a trabajar, con destino a nuestra población privilegiada: las niñas y niños. Estamos convencidos de que la crisis del modelo actual es profunda y tiene sus raíces en que muy pocos actores se han beneficiado con el perfil productivo impuesto. Desde el dominio del Estado utilizado en su provecho, han hecho de Mendoza una zona de producción especializada para fines de exportación introduciendo el monocultivo de la vid, la concentración y extranjerización bodeguera, la dependencia tecnológica, y el drenaje de capitales generados en nuestra tierra que migran al exterior. Tampoco podemos esperar que el empresariado concentrado local traiga las soluciones, porque ha demostrado en todos estos años que sólo les ha interesado su bolsillo. Ese modelo debe ser puesto en discusión si queremos soñar con una Mendoza donde nuestras hijas y nietos tengan un lugar que no sea el descarte. No aceptamos como natural que nuestros niños pasen hambre en un país que produce calorías para 500 millones de habitantes.
El modelo económico debe ser pensado desde los intereses del pueblo de Mendoza y del país, y no desde la rentabilidad de algunos grupos que han copado la escena del poder real en la provincia y el país. No nos resignamos a ver cómo se pierden puestos de trabajo en el agro y en la industria. Entre los años 1988 y 2018 se perdieron 13.000 explotaciones agropecuarias. La Mendoza de hoy tiene un agro cada vez menos importante en la participación total del producto, y con menos industria que hace 30 años. El sector agrario (primario) cayó del 20% al 6,6% del producto bruto interno entre 1970 y 2020, y el industrial (secundario) del 41% al 14,3%. Y esto se da en el marco de una caída en términos reales del producto entre 2011 a 2019, en promedio del -1,8%, cuando en el período anterior 2003-2011 se venía creciendo al 5% promedio. Mirando ahora el contexto nacional vemos que mientras el PBI promedio del país creció un 50% entre los años 2003-2017, Mendoza lo hizo en un 25%, dando la pautas que muestran signos de fatiga en los motores del crecimiento de la provincia. Un modelo generador de riquezas equitativamente distribuidas parte del acceso a la tierra y al agua de cualquier persona que quiera trabajarla, garantizando rentabilidades mínimas para los productos de la canasta alimentaria. Un modelo que se proponga el autoconsumo en verduras, frutas, carne, huevos y lácteos. Un modelo donde tengan lugar las agropymes, donde cada familia pueda y quiera seguir en el campo. En ese sentido, la agroindustria nacional, de pequeña y mediana escala, debe ser recuperada como eslabón estratégico de desarrollo.
Mendoza supo tener una vigorosa industria del alimento, que nos proponemos recuperar. El modelo productivo y social que hoy se muestra como exitoso, fue implantado a principios del siglo XX y ha llegado a lo máximo que podía dar, y está agotado en cuanto a los beneficios sociales que podemos esperar de él. El paro de trabajadores vitivinícolas de 2021 demostró que las grandes bodegas pagan muy poco en salarios, no más del 8% de su facturación. El 10% de los fraccionadores más grandes pasó de fraccionar el 90% del mercado en 2005 al 94% en 2014. En los últimos 10 años, se elaboró más vino pero en menos bodegas. También el modelo actual de agronegocios pensado como commodities de exportación, donde un capital externo accede a miles de hectáreas, introduce alta tecnología importada, utiliza mínima mano de obra, el agua y la tierra, y migra los excedentes hacia el exterior, es propio de un desarrollo unilateral y deformado, que deja mucho que desear comparado con un modelo de desarrollo integrado, donde capital, trabajo, y comunidad local se vean beneficiados en forma justa y pareja. Mientras algunos siguen pregonando que la salida del estancamiento es repetir la misma receta que nos trajo a este presente, nosotros estamos convencidos que hay que hacer todo lo contrario. En vez de especializar la economía en un sólo producto exportable, hay que diversificarla y darle prioridad a la mesa de los argentinos, para luego exportar los saldos. En vez de concentrar la agricultura y la industria, hay que democratizarlas, en vez de extranjerizarlas, hay que nacionalizarlas, en vez de primarizarlas, hay que industrializar la base agraria. No podemos conformarnos con modelos de desarrollo basados en un sólo producto que depende de variables externas y que además, cae en crisis cíclicas de sobreoferta. Queremos un campo diverso base de una industria alimenticia potente que abastezca prioritariamente al mercado nacional, complementando nuestra economía con las demás provincias argentinas. Un modelo de desarrollo humano en base al trabajo productivo en un esquema nacional autocentrado. Queremos discutir todos los eslabones de la cadena de valor, privilegiando a sus dos extremos, los productores y los consumidores. Propuestas: Elaboración de proyectos para ser impulsados en las instancias de decisión política en Municipios, Provincia y Nación, que apunten a: Sostener rentabilidades mínimas garantizadas en los productos de la canasta familiar, mediante Precios de Reserva Comercial. Observatorio de las cadenas de valor con participación de los productores y los consumidores. Plan General de Producción de Alimentos. Deben haber planes de aumento de producción en cada cultivo con prioridad en los de la canasta familiar: huevo, leche, carne, verduras, frutas. El objetivo es acercarnos a la soberanía alimentaria en cada uno de ellos, en primer lugar pensar en abastecer Mendoza con la totalidad de los productos de la canasta familiar, en segundo lugar abastecer el mercado nacional con los productos que se destaquen en su productividad y precio, y por último reservar ciertos productos de exportación donde todos los actores y la población en general se beneficie por la generación de divisas. El modelo del IAPI debe ser tenido en cuenta como un antecedente válido al respecto.
El arraigo será producto natural de la expansión de la producción en base a miles de productores locales. Industria alimenticia. Promover el rescate de fábricas en crisis o abandonadas, e instalación de nuevas fábricas de dulces, conservas, pulpas, etc. Programas de adquisición y distribución de tierras (Banco de tierras), para garantizar el acceso a la tierra y el agua para quienes quieran producir. Utilización de tierras fiscales en comodato, impulsar convenios entre privados para sacar del abandono el mayor porcentaje posible de las 250.000 hectáreas aptas para el cultivo y no utilizadas, cifra del último censo agropecuario. Zonificación de Parques Verdes en cada departamento de la provincia aprovechando las distintas condiciones naturales y de infraestructura actual. Cada zona debiera tener asignado los frutos principales a desarrollar, pensando en un esquema de intercambio equitativo entre las zonas que potencie el Plan General de Producción de Alimentos. Logística, comunicación y transporte estatal con dirección compartida con representantes de los productores para intermediar entre la producción y el consumo. Ferias y almacenes estatales modelos en los principales centros de consumo. Recuperación del Tren para unir los cordones verdes y centros productivos con los centros urbanos. Desdolarizar los costos, por vía de planes de producción nacional de fertilizantes, como el de potasio en Malargüe. Investigación y desarrollo de semillas a cargo del Estado, fomento de pymes químicas para la producción de fertilizantes. Prioridad en la obra pública al tendido de red eléctrica, gas y conectividad en zonas agrícolas para la instalación de industrias procesadoras. Derogación de las normas que dificultan el arraigo en las zonas rurales, como la de Reservas Paisajísticas Vitivinícolas.
Escribe: Nicolas Guillén

